El presente trabajo nace de la necesidad de compartir con los vecinos de Villanueva de la Serena, D. Benito y Medell n, una parte de la historia de estas villas qu durante siglos, como en todas partes, el bien y el mal formo parte de su realidad cotidiana en momentos determinados de sus anales. El objetivo y misi n de esta investigaci n dar a conocer una realidad social donde lo cruento y a veces lo encarnizado, marc durante mucho tiempo el paso de muchas generaciones que se vieron obligadas a sucumbir ante los poderes f cticos del momento.Cr nicas reales documentas, que ponen de manifiesto, que el paso de la silueta de Ca n por estos n cleos urbanos dej su negativa impronta, impregnando con su sombra los cuatro costados de estas urbes pacenses. Memoria que lleva insertada en su n cleo, los valores del enfrentamiento, la hostilidad y el combate entre ciudadanos de una misma poblaci n, auspiciado por uno de los mayores enemigos de la humanidad, el mundo de los ideales. Conoceremos episodios cargados de tensiones v ricas, propias de la sin raz n y la irreflexi n del hombre hacia su pr jimo, siempre dominados e influenciados por el funesto y luctuoso criterio de lo irreal e imaginario.En este estudio apasionante y conmovedor de la historia inquisitorial de los tres pueblos comentados, nos encontraremos con documentos que llevan en sus hojas la marca y el sonido del dolor, la humillaci n y la muerte. Contar lo ocurrido con la Inquisici n de Llerena en estas localidades har presagiar, vaticinar y predecir en la mente del lector, que la sombra y silueta de Ca n cubri durante much simo tiempo los cuatro puntos cardinales de estas vetustas y pardas tierras. Sombra que ha dejado enarboladas durante infaustos y dram ticos momentos, las f nebres y l gubres banderolas del esp ritu cainita de los hombres, quienes en nombre del Crucificado llegaban a vulnerar y atropellar los mandamientos de la ley de Dios.Espero que esta veraz y fidedigna historia, ayude a desenmascarar al b blico Ca n, para que cuando sintamos cerca de nosotros la f tida y negativa presencia de su sombra, sepamos alejarnos de su camino, antes de que las penumbras y umbr as de su masa nos marquen y nos signen con su particular quijada.