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Con la entrada en la era de la materialidad, hace ahora 5 mil a os, el conocimiento sobre la anatom a del alma pas a formar parte de las distintas tradiciones esot ricas. Ello hizo que fuera reservado a unos pocos iniciados.En los Himalayas fue un saber transmitido oralmente, de maestro a disc pulo, y registrado en libros como los puranas o los tantras. En el Antiguo Egipto y Sumeria, se transmiti a partir de las diversas escuelas m sticas. Con la llegada del islam, muchas de dichas escuelas se convirtieron en hermandades suf es. En occidente, dado el poder que tal saber confer a, a la sombra del mismo se fundaron diversas sociedades secretas, reserv ndolo a unos pocos adeptos y especialmente al grupo aun m s reducido de sus altas jerarqu as.No fue hasta finales del siglo XIX que tal informaci n empez a trascender el c rculo de disc pulos, iniciados y adeptos, para serle accesible al resto de los comunes.Sin embargo, en los Andes no fue as . Tal como nos revela la presente obra, la civilizaci n inka lo transmiti abiertamente. Lo comunic en sus mitos y leyendas, en el urbanismo, en los actos y festividades, en las danzas, en los s mbolos y emblemas, y en el lenguaje. En ellos fue ‘escrito’ para que pudiera ser ‘le do’ por todos, pues por definici n en una sociedad en la que no existi la escritura, tampoco pudo haber analfabetismo.
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Con la entrada en la era de la materialidad, hace ahora 5 mil a os, el conocimiento sobre la anatom a del alma pas a formar parte de las distintas tradiciones esot ricas. Ello hizo que fuera reservado a unos pocos iniciados.En los Himalayas fue un saber transmitido oralmente, de maestro a disc pulo, y registrado en libros como los puranas o los tantras. En el Antiguo Egipto y Sumeria, se transmiti a partir de las diversas escuelas m sticas. Con la llegada del islam, muchas de dichas escuelas se convirtieron en hermandades suf es. En occidente, dado el poder que tal saber confer a, a la sombra del mismo se fundaron diversas sociedades secretas, reserv ndolo a unos pocos adeptos y especialmente al grupo aun m s reducido de sus altas jerarqu as.No fue hasta finales del siglo XIX que tal informaci n empez a trascender el c rculo de disc pulos, iniciados y adeptos, para serle accesible al resto de los comunes.Sin embargo, en los Andes no fue as . Tal como nos revela la presente obra, la civilizaci n inka lo transmiti abiertamente. Lo comunic en sus mitos y leyendas, en el urbanismo, en los actos y festividades, en las danzas, en los s mbolos y emblemas, y en el lenguaje. En ellos fue ‘escrito’ para que pudiera ser ‘le do’ por todos, pues por definici n en una sociedad en la que no existi la escritura, tampoco pudo haber analfabetismo.